Este nuevo post es continuación del publicado hace unos días titulado Historia de la informática educativa en España (I): Los años ochenta o la edad de la inocencia donde hablamos de los primeros programas institucionales impulsados tanto por el gobierno socialista de aquella década como de los gobiernos autonómicos que, en aquel momento, tenían competencias plena s en educación. Hoy continuaremos con esta revisión del proceso de incorporación de las TICs al sistema escolar de nuestro país haciendo referencia a la década de los años noventa del siglo XX.
Las TICs en el sistema escolar en la década de los noventa: un periodo de letargo y espera. Aparece el multimedia y nace Internet
A comienzos de la década de los años noventa el Ministerio de Educación y Ciencia fusionó los programas «Atenea» (dedicado a la informática educativa) y el programa «Mercurio» (sobre el vídeo educativo) creando el PNTIC (Programa Nacional de Tecnologías de la Información y Comunicación) el cual fue el referente más relevante para la informática educativa en España a lo largo de los años noventa.
Sin embargo, muchos de los programas gubernamentales creados en la década anterior («Atenea» en el territorio MEC, «Abrente» y «Estrela» en Galicia, el Plan «Zahara» en Andalucía, el «Plan Vasco de Informática Educativa», el «Programa Informática a l´Ensenyament» de Valencia, el proyecto «Ábaco» en Canarias o el «Plan de Informática Educativa» de Cataluña) bien desaparecieron, se reconvirtieron o se estancaron en su desarrollo ya que los recursos económicos que los financiaban descendieron notablemente.
Otro dato importante de aquel tiempo fue que se generalizó en gran parte de los CEPs (Centros del Profesorado) la creación de un asesor especializado en Nuevas Tecnologías dedicado a apoyar, formar y asesor al profesorado de los centros en la utilización pedagógica de los ordenadores. A pesar de este propósito tan encomiable, la realidad fue que, en gran parte de los casos, tuvieron que dedicarse a resolver los problemas más tecnológicos de las pocas máquinas que había en los centros (instalar software o arreglar problemas de hardware) que en la planificación, desarrollo y evaluación de experiencias educativas con TICs.
Los primeros años de esta década fueron un periodo en el que la informática o tecnologías aplicadas a la educación dejaron de ser una prioridad educativa de las políticas de las administraciones del sistema escolar público. Se produjo lo que pudiéramos denominar una situación de estancamiento o de avance parsimonioso en el proceso de incorporación de las nuevas tecnologías a las aulas. Las prioridades, esfuerzos e intereses estuvieron centrados, en gran medida, en la aplicación de la reforma promovida por la LOGSE en la cual, las tecnologías digitales no fueron un eje vertebrador y prioritario de la misma, aunque sí relevante.
Como comentario general pudiéramos decir que la década de los noventa representó un periodo, no sólo en el contexto español, sino también internacional de revisión crítica de lo realizado en años precedentes y que cuestionaron los principios (ingenuos) y falsas expectativas que se tenían del impacto de la informática sobre el aprendizaje. En las muchas investigaciones realizadas sobre esta temática ni se demostró, o al menos, no existió consenso de que los alumnos aprendían más y mejor por el mero hecho de utilizar ordenadores en el aula, ni el profesorado en su conjunto, a excepción de los más entusiastas, innovó sus prácticas adoptando los ordenadores como recurso habitual en su enseñanza, ni se produjo la tan esperada “revolución pedagógica”. Todo ello, junto con una crisis de la economía occidental de aquel periodo, y con el establecimiento de otras prioridades de política educativa, condujo a que muchos gobiernos redujeran su apoyo, tanto económico como de recursos materiales y humanos, a los planes y proyectos destinados a introducir y fomentar el uso educativo de la informática.
El Congreso Europeo sobre Tecnologías de la Información en Educación (TIE) celebrado en Barcelona en 1992 recogió en varias ponencias y en sus conclusiones este nuevo clima de escepticismo o crítica racional hacia las ingenuas creencias instaladas en los educadores una década antes. En consecuencia el primer lustro de la década de los noventa fue un periodo lánguido y de revisión crítica sobre las expectativas creadas en torno al potencial de las tecnologías digitales como catalizadoras de la renovación pedagógica en las escuelas.
En este sentido, muchos de los resultados y datos obtenidos en los distintos informes y evaluaciones realizadas sobre este particular en el periodo aludido no fueron tan halagüeñas como las expectativas creadas (Honey, McMillan y Carrig, 1999). En la mayor parte de los sistemas educativos analizados el uso de ordenadores con fines educativos seguía siendo bajo, y muchas de dichas prácticas no representaron un avance, innovación o mejora respecto a las prácticas tradicionales de enseñanza. Reisner (2001) en un trabajo en el que revisó la evolución del uso y desarrollo de la tecnología en el contexto educativo norteamericano afirmaba lo siguiente: «Aunque los ordenadores podían tener un amplio impacto en las prácticas escolares, a mediados de los 90 éste era bajo. Los estudios revelaron que en 1995 aunque las escuelas norteamericanas poseían de media un ordenador por cada nueve niños, el impacto de los ordenadores en las prácticas de enseñanza era mínimo, con un significativo número de profesores indicando que apenas usaban los ordenadores para fines educativos. Más aún, en la mayoría de los casos, el uso de los ordenadores estaba lejos de ser innovador» (pgs. 59-60).
De modo similar, unos años antes, a mediados de los noventa, Glennan y Melmed (1996) en un estudio financiado por la RAND Corporation afirmaban que a pesar de que en 1994 EEUU se había gastado muchos miles de millones de dólares “el uso de la tecnología en la enseñanza tiende a ser realizado por docentes individuales. Pocas escuelas como un todo la han asumido y utilizado para transformar el contenido y la enseñanza. La evidencia de que la tecnología tiene la capacidad de mejorar la enseñanza o que promete una mayor eficacia para la escolaridad todavía es escasa” (p. 1). Esta situación no sólo fue específica de EE.UU., sino que de una forma u otra, estaba generalizada en la mayor parte de países occidentales.
En definitiva, en el contexto español, las TICs dejaron de ser una prioridad de política educativa ya que, como apuntamos anteriormente, el esfuerzo, interés y preocupación de los gobiernos (así como del resto de agentes educativos) se concentró en implentar la reforma del sistema educativo que impuso la LOGSE. Sin embargo, lo que sí creció fue la curiosidad, tanto de muchos profesores como de expertos e investigadores, por los avances y artilugios tecnológicos que dicha década nos ofrecía.
En la década de los años noventa el multimedia en CD-ROM fue la estrella de atención de quienes estábamos interesados por la tecnología educativa. La novedad de aquellos años fue la publicación de numerosos y variados materiales educativos multimedia por parte de editoriales -como fueron las colecciones de ZETA MULTIMEDIA y de ANAYA INTERACTIVA-. En aquel momento empezó a comercializarse un conjunto de productos educativos en CDROM magníficamente presentados en estuches y que abarcaban temáticas diversas: desde enciclopedias del cuerpo humano, de animales o plantas, diccionarios interactivos, viajes y exploraciones por el universo, el fondo del mar, colecciones de juegos creativos, … hasta multimedias destinados a enseñar las asignaturas curriculares tradicionales como las matemáticas, la lengua, la historia o el idioma extranjero. Sin embargo, gran parte de las adquisiciones y usos de estos materiales fueron realizados para su consumo en el contexto del hogar (es decir, compras realizadas por padres para sus hijos) que como material didáctico para ser empleado en el ámbito del aula. En esa década, el número de ordenadores en los centros escolares y la calidad de los mismos era escasa e insuficiente como para poder emplear de forma continuada dicho materiales multimedia. Aunque, por supuesto, siempre existieron profesores entusiastas y centros (sobre todo privados) donde dichos productos eran parte de los recursos disponibles.
El otro referente tecnológico de dicha época fue la aparición de Internet. En la segunda mitad de la década Internet, poco a poco, fue descubierta por algunos expertos educativos y docentes preocupados por la informática, pero para la mayor parte del profesorado Internet representaba un concepto desconocido, una palabra que evocaba más la ciencia ficción que el presente. Sin embargo, la apuesta por parte de los gobiernos occidentales (tanto el norteamericano como los europeos), por parte de las grandes empresas y multinacionales, así como por los medios de comunicación provocaron que Internet, en menos de un lustro, pasara de ser un producto de minorías a ser una tecnología de masas ……… transformadora de nuesta vida cotidiana, y también de las escuelas. De ello hablaré en el siguiente post.
NOTA: me he puesto a buscar en Internet direcciones web con catálogos o listados de los CDROM multimedia publicados en la década de los noventa. Y me ha costado encontrar cosas. Por ejemplo, el sitioweb de ZetaMultimedia ya desapareció. Y Anaya Interactiva no sigue publicando.
Para hacerse una idea de las publicaciones multimedia en CDROM puede verse este catálogo de CDROM multimedia en lengua española que puede servir como un referente para conocer lo publicado hace más de una década
También he localizado un
catálogo de software educativo con sus correspondientes fichas descriptivas generado por docentes y distribuidos por el programa PNTIC generado hace varios años atrás.
Sin embargo buscando, a través de Google, sitios web con información sobre el PNTIC no me he encontrado ningún documento que explicase sus objetivos, su organización, su desarrollo y logros. Seguiré buscando, pero si alguine sabe algo que lo diga. Gracias
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