Última entrega de la conferencia que impartí en el CEP de Granada con el título de AUTOFORMACIÓN DEL PROFESORADO. COLABORACIÓN A TRAVÉS DE LA RED. Recuerden que el esquema de contenidos de esta conferencia es: 1. Del individualismo a la colaboración: un nuevo reto para la profesión docente 2. La autoformación docente y la cultura de la colaboración 3. Las TIC y el trabajo en Red entre el profesorado: las comunidades de aprendizaje 4. El uso de los espacios virtuales para el trabajo colaborativo entre docentes: potencialidades, limitaciones y recomendaciones prácticas. 5. Guía para organizar un espacio virtual para el trabajo colaborativo entre profesores a través de Internet 6. A modo de conclusión: debemos ser coherentes entre lo que predicamos y lo que hacemos.
Al ser la última parte, he incluido también en este post, las presentaciones o diapositivas que utilicé en la conferencia.
6. A modo de conclusión: Debemos ser coherentes entre lo que predicamos y lo que hacemos
Con ello me refiero a que si como profesores nos embarcamos en proyectos de autoaprendizaje a través del trabajo colaborativo con otros colegas también tenemos que propiciar el uso de esta estrategia de aprendizaje con nuestro alumnado. Dicho en otras palabras, si nos comprometemos y consideramos valioso aprender junto a otros compañeros docentes, debemos obrar en consecuencia y por ello también sería necesario desarrollar actividades de aprendizaje en el aula a través del uso de espacios virtuales de modo que nuestro alumnado trabaje en equipo bien con sus compañeros próximos, bien con otros alumnos que geográficamente están distantes.
Existen al respecto numerosas propuestas y experiencias tanto de trabajo colaborativo dentro del aula, como proyectos de colaboración entre clases distantes (véase algunos ejemplos de sitiosweb que se incluyen más adelante). Métodos y actividades de uso pedagógico de Internet como es la correspondencia escolar entre alumnos de centros diferentes, los círculos de aprendizaje que supone el desarrollo de temas y/o unidades didácticas de forma compartida entre aulas geográficamente distantes, las WEBQUEST, las búsquedas del tesoro, el desarrollo de blogs o bitácoras educativas desarrolladas por los propios alumnos, junto con proyectos y experiencias de colaboración transnacional como iEARN, iWorks Links, Clases Gemelas, Educar.org, o KidLink, ponen de manifiesto que una de las mayores y significativas innovaciones que aportan las redes telemáticas a la educación es que éstas facilitan el trabajo en equipo y/o la cooperación entre alumnos de cualquier nivel educativo al margen del espacio físico de su aula y de los límites del horario escolar.
La utilización del correo electrónico, de los foros de debate digitales, del chat y del messenger o de plataformas de formación a distancia como WebCT, e-duca, BSCW, Moodle, …, entre otras muchas, están permitiendo el desarrollo de procesos de aprendizaje cuyo eje central es la colaboración con otros sujetos mediante la tecnología. Estas herramientas permiten constituir redes o comunidades sociales virtuales que cuando convergen en la finalidad de aprender de modo compartido se configuran en “comunidades de aprendizaje”. Por todo ello, es indudable que el profesorado debe plantearse ineludiblemente ayudar a su alumnado a encontrar sentido, significado y utilidad a todas estas tecnologías en sus múltiples contextos de uso. Este proceso formativo recibe el nombre de “alfabetización informacional”, “alfabetización digital” o “alfabetización múltiple” que persigue desarrollar en el alumnado las competencias para el uso inteligente de los recursos tecnológicos en sus variadas formas.
El problema actual del sistema escolar español con relación a las TIC ya no es la carencia de máquinas digitales en los centros o la ausencia de conexión a la red Internet –aunque siempre será necesario seguir invirtiendo para actualizar los equipos cara a mejorar la calidad de los recursos informáticos y de las telecomunicaciones-. El problema, ahora está en cómo innovar los métodos de enseñanza y mejorar la calidad de los procesos de aprendizaje del alumnado apoyándose para ello en el uso de las TICs (Area, 2005/6).
Pero ¿está preparado el profesorado para hacer frente a estos retos? ¿dispone de los conocimientos y destrezas tanto informáticas como pedagógicas para saber organizar situaciones de aprendizaje en el aula basadas en el uso de TIC? ¿bajo qué modelo educativo y para qué fines se pretende alfabetizar al alumnado como usuario de estos recursos tecnológicos? ¿estas tecnologías facilitarán la adquisición de los aprendizajes académicos, entrarán en colisión con los objetivos tradicionales de aprendizaje o promoverán otros nuevos?… Las preguntas son múltiples y todavía carecemos de respuestas adecuadas y certeras a las mismas. Es indudable que las tecnologías no son herramientas asépticas ni neutras, y su presencia (o ausencia) tiene importantes consecuencias para el modelo de escolaridad y práctica docente. Por ello, el profesorado tiene ante sí un reto altamente relevante y complejo al menos a corto y medio plazo ante el cual tiene que formarse. Hace algunos años publicamos un trabajo en el que afirmábamos
“El profesorado pertenece a un grupo social, que por su edad, fue alfabetizado culturalmente en la tecnología y formas culturales impresas. La palabra escrita, el pensamiento académicamente textualizado, el olor a imprenta, la biblioteca como escenografía sublimada del saber han sido, y siguen siendo, para una inmensa mayoría de los docentes el único hábitat natural de la cultura y del conocimiento. La brusca aparición, en el último lustro, de las tecnologías digitales representan para esta generación una ruptura con sus raíces culturales. Gran parte del profesorado no tiene experiencia de interacción con las máquinas. El almacenamiento y organización hipertextual de la información, la representación multimediada de la misma son códigos y formas culturales desconocidas para la actual generación de docentes. Ante esta situación las reacciones suelen oscilar entre el rechazo o tecnofobia hacia las máquinas y la fascinación irreflexiva de estas formas de magia intelectual” (Yanes y Area, 1998).
Este es el reto (mejor dicho, uno de los retos) de la profesión docente en estos tiempos de cambio acelerado: pasar de un modelo de profesionalidad basado en el libro de texto, en la transmisión del conocimiento y en el aprendizaje por recepción, a un modelo de práctica docente basado en la utilización de múltiples tecnologías y en la organización de situaciones de aprendizaje basadas en la búsqueda, análisis y reconstrucción de la información por parte del alumnado. ¿Cómo hacerlo? La respuesta hemos de ir elaborándola entre todos a través de experimentar proyectos innovadores en el aula, en atrevernos a probar, a ensayar (y equivocarse) nuevas formas de agrupamiento del alumnado y de proponerles tareas novedosas.
En definitiva, para ser congruentes entre lo que predicamos para nosotros y lo que debemos hacer con nuestro alumnado, como profesores debemos asumir que este proceso de autoformación e innovación mediante la tecnología debe simultanear dos retos o caminos paralelos, pero altamente entrelazados: enseñar en el aula a que los alumnos colaboren entre sí mediante TIC, y aprender a colaborar en espacios virtuales con otros profesores. Y ello, entre otras muchas cuestiones, exige pasar de un modelo de formación individual a un modelo de aprendizaje profesional en red; en pasar de utilizar de modo exclusivo escenarios reales a crear escenarios virtuales que complementen los anteriores; en pasar de realizar experiencias e innovaciones que solamente afecten a un único docente a generar conocimiento que pueda generalizarse y difundirse a otros colegas. Es decir, convertir a los grupos de trabajo de profesores en una comunidad de aprendizaje en red.