Al respecto, hace algunos años (1998) publiqué un artículo titulado El final de las certezas. La formación del profesorado ante la cultura digital, en colaboración con mi colega Juan Yanes el que afirmábamos:
“El profesorado pertenece a un grupo social, que por su edad, fue alfabetizado culturalmente en la tecnología y formas culturales impresas. La palabra escrita, el pensamiento académicamente textualizado, el olor a imprenta, la biblioteca como escenografía sublimada del saber han sido, y siguen siendo, para una inmensa mayoría de los docentes el único hábitat natural de la cultura y del conocimiento. La brusca aparición, en el último lustro, de las tecnologías digitales representan para esta generación una ruptura con sus raíces culturales. Gran parte del profesorado no tiene experiencia de interacción con las máquinas. El almacenamiento y organización hipertextual de la información, la representación multimediada de la misma son códigos y formas culturales desconocidas para la actual generación de docentes. Ante esta situación las reacciones suelen oscilar entre el rechazo o tecnofobia hacia las máquinas y la fascinación irreflexiva de estas formas de magia intelectual” .
Esta actitud negativa hacia los ordenadores prácticamente ha desaparecido de la comunidad educativa -aunque siempre quedan sujetos resistentes y atrincherados en la supuesta superioridad de la cultura impresa- para dar paso a una actitud de aceptación de la inevitabilidad y la necesidad de usar las tecnologías digitales tanto en la vida cotidiana (ocio, acceso a servicios, compras on line, gestión administrativa, búsqueda de información, comunicación con amigos y familiares, etc.) como en la actividad profesional docente (tanto fuera del aula para realizar las planificaciones de actividades, de unidades didácticas o de materiales, como en las situaciones de enseñanza en clase para que el alumnado aprenda).
El profesorado, al igual que otros muchos colectivos profesionales, está actualmente sometido a un proceso constante e interminable de cambios provocados por la transformación de los sistemas escolares y su adaptación a las nuevas características de la sociedad de la información. Y los cambios e innovaciones no son fáciles ni se producen con rapidez.
No nos podemos engañar a nosotros mismos ni al resto de colegas: las tecnologías no hacen más fácil el ejercicio de la profesión docente, todo lo contrario, la hacen más compleja. Utilizar los ordenadores de forma más o menos habitual con el alumnado y que dicha práctica docente tenga valor y significado pedagógico representará para la inmensa mayoría del profesorado un enorme esfuerzo de aprendizaje en la adquisición de nuevas habilidades relacionadas con el cambio en las formas de agrupamiento y gestión de la clase, en la planificación de actividades basadas en el uso de los recursos de Internet o del multimedia educativo, en el establecimiento de nuevos criterios evaluativos de los productos y trabajos que realicen los alumnos, en saber resolver las dudas que éstos planteen cuando se les “cuelgue” un programa informático o no sepan cómo utilizarlo, … Enseñar con ordenadores requiere de una metodología distinta al modelo tradicional basado en el libro de texto, la clase magistral o en apuntes. Y cambiar estas rutinas y habilidades docentes es un problema complejo, que exige mucho entusiasmo, tiempo y esfuerzo continuado.
A mi modo de ver, los principales desafíos que suponen para el profesorado enseñar con las TICs en una perspectiva metodológica que asuma los planteamientos y principios constructivistas e innovadores supone básicamente un cambio sustantivo del papel del docente en el aula se podría sintetizar en las siguientes ideas:
· Ayudar al alumnado a reconstruir y dar significado a la multitud de información que obtiene extraescolarmente.
· El profesor debe asumir la pérdida de su monopolio como fuente única del conocimiento, así como reconocer que el alumnado sabe y domina más la tecnología que los adultos.
· El papel del docente en el aula debe ser más un organizador y supervisor de actividades de aprendizaje que los alumnos realizan con tecnologías, más que un transmisor de información elaborada.
· Enseñar con ordenadores en una perspectiva constructivista incrementa la complejidad de gestión de la clase.
· Frente al aprendizaje como una experiencia individual el reto es utilizar la tecnología para generar procesos de aprendizaje colaborativo entre los alumnos de la clase y entre clases geográficamente distantes.
El reto (mejor dicho, uno de los retos) de la profesión docente en estos tiempos de cambio acelerado es, en definitiva, pasar de un modelo de profesionalidad basado en la individualidad, en el libro de texto, en la transmisión del conocimiento y en el aprendizaje por recepción, a un modelo de práctica docente basado en la utilización de múltiples tecnologías y en la organización de situaciones de aprendizaje basadas en la búsqueda, análisis y reconstrucción de la información por parte del alumnado.
Pero ¿está preparado el profesorado para hacer frente a estos retos? ¿dispone de los conocimientos y destrezas tanto informáticas como pedagógicas para saber organizar situaciones de aprendizaje en el aula basadas en el uso de TIC? ¿bajo qué modelo educativo y para qué fines se pretende alfabetizar al alumnado como usuario de estos recursos tecnológicos? ¿estas tecnologías facilitarán la adquisición de los aprendizajes académicos, entrarán en colisión con los objetivos tradicionales de aprendizaje o promoverán otros nuevos?…
Las preguntas son múltiples y todavía carecemos de respuestas adecuadas y certeras a las mismas. Lo que es indudable es que, entre todos, tenemos que ir construyendo propuestas de cómo usar pedagógicamente los ordenadores a través de experimentar proyectos innovadores en el aula, en atrevernos a probar, a ensayar (y, a veces, equivocarse) nuevas formas de agrupamiento del alumnado y de proponerles tareas novedosas utilizando los recursos digitales, mediante el intercambio y debate de materiales y experiencias, …
Seguiremos reflexionando sobre todo ello en próximos artículos.